En un mundo cada vez más dependiente de los plásticos, un preocupante informe del The Washington Post ha destacado los peligros potenciales de los microplásticos que las personas inhalan y cómo estos pueden infiltrarse en los órganos humanos.
Según el informe, un reciente estudio ha descubierto que las personas inhalan o ingieren entre 74.000 a 121.000 partículas microplásticas al año a través de la respiración, alimentos o bebidas. La omnipresencia del plástico en nuestra vida cotidiana es la razón principal detrás de esta alarmante cifra.
Sherri Mason, investigadora y coordinadora de sostenibilidad en la Universidad Estatal de Pensilvania en Erie, explicó: “Hay tanto plástico a nuestro alrededor. Usamos ropa sintética, y esa desprende microplásticos. Trabajamos en alfombras sintéticas. Compramos alimentos envueltos en plástico”.
Los microplásticos no solo son peligrosos por sí mismos, sino que también pueden contener aditivos químicos como retardantes de llamas, lubricantes y disolventes, entre otros, que pueden llegar a todo tipo de órganos.
De los más de 10.000 productos químicos que se utilizan en la fabricación de plásticos, los científicos han identificado más de 2.400 que son potencialmente tóxicos.
El informe también resalta el alarmante aumento de la producción de plástico en el mundo. En 1950, el mundo producía alrededor de dos millones de toneladas métricas de plástico al año. En 2023, esta cifra superó los 400 millones de toneladas métricas.
Desde 1950, solo el 10% de los 8 mil millones de toneladas de plástico que se han producido han sido reciclados. El resto termina en vertederos, océanos, playas y ahora, también en los cuerpos humanos.
Las piezas de microplásticos que son inhaladas por las personas quedan atrapadas en el moco de las vías respiratorias y se mueven por estructuras similares a pelos (cilios), hasta que son expulsadas mediante la tos o el estornudo. Sin embargo, las partículas más pequeñas pueden traspasar las defensas del cuerpo.
Las partículas menores a 10 micrómetros pueden llegar a los pulmones y alveolos, donde permanecen durante largos periodos, causando inflamación y potencialmente otras condiciones crónicas. Las partículas aún más pequeñas, de menos de 2.5 micrómetros, pueden seguir el camino del oxígeno y llegar al torrente sanguíneo, desde donde se pueden dispersar por cualquier órgano del cuerpo.
Se han encontrado restos de microplásticos en la placenta, hígado e incluso leche materna. Los macrófagos, que son células defensivas del cuerpo, intentan atacar estas partículas, pero a menudo acaban muriendo en el intento.
El impacto de los microplásticos en el cuerpo humano sigue siendo un tema de investigación. Rastrear el impacto de los microplásticos no es una tarea fácil, ya que cada químico y tamaño afecta de manera diferente.
Heather Leslie, una científica independiente que fue parte del equipo que descubrió microplásticos en la sangre, describió el desafío diciendo que “todos tienen su propia pequeña personalidad tóxica, es una pesadilla analítica”.
Entre las investigaciones que han logrado avanzar en este tema, está una realizada en Italia, donde se encontró que las personas con restos de microplástico en el revestimiento de arterias tenían más probabilidades de sufrir ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares.
Otra investigación encontró altas concentraciones de microplásticos en las heces de algunas personas con enfermedades inflamatorias intestinales.
Además, las pruebas de laboratorio en células humanas demostraron que los microplásticos pueden causar daño tisular, reacciones alérgicas o muerte celular, mientras que los químicos en los plásticos pueden causar desequilibrios hormonales y alterar el sistema reproductivo.
En ratones, los microplásticos han causado cambios de comportamiento y problemas reproductivos, además de inhibir el aprendizaje y la memoria.
Además, ciertas células cancerosas se diseminan a una velocidad más acelerada tras la exposición a microplásticos, según los investigadores.
Sin embargo, uno de los puntos que más preocupa a los investigadores son los nanoplásticos, que son la mitad del tamaño de PM 2.5. Estos se encuentran en diversas partes y productos y han demostrado causar problemas en los pulmones, además de enfermedades cardíacas y muerte prematura.
Pese a la preocupación, no hay mucha protección frente a los nanoplásticos o microplásticos, ya que, en al menos Estados Unidos, no hay leyes ni regulaciones que rijan los microplásticos en el aire o alimentos, como por ejemplo los que se encuentran en las botellas.
En Chile, un proyecto de ley busca modificar el Código Sanitario para controlar la presencia de microplásticos en aguas embotelladas y aumentar los niveles de transparencia que se informan al consumidor.