Disputa
Antes de finalizar el 2020, muchos dirigentes políticos ya salieron al ruedo para instalarse como pre-candidatos de 2023. Obra pública y medios hegemónicos, los escenarios elegidos por quienes no ocultan su deseo de suceder a Alberto Fernández.
Por Juan Bautista Vega
En momentos donde el centro de la escena es —o debería ser— la búsqueda de soluciones a las problemáticas sociales provocadas por la pandemia de COVID-19, aparecen, sin embargo, como gotas en un océano y pasan desapercibidos un aviso en televisión, la inauguración de una obra o una crítica despiada a viejos aliados. Pensándolo bien, no pasan tan inadvertidos.
En las últimas semanas, cuando la tensión por la cuarentena aflojó, al compás de que disminuyeron los controles en la calle y también el temor de la sociedad a salir, varios dirigentes políticos sacaron a relucir sus pretensiones presidencialistas en 2023. Que falta, falta mucho, es cierto, que es apresurado y hasta irresponsable plantearlo hoy, con la incertidumbre que genera la pandemia respecto a cómo será el nuevo mundo postcoronavirus, también es cierto. Pero, hay signos que permiten la afirmación.
“Signos”. Para la semiótica moderna, cuyo padre fundador fue el norteamericano Charles Sanders Peirce, la función representativa de un signo no radica en su relación con la cosa material (a la que representa), sino a que sea considerado como tal (como un signo) por alguna mente. Este principio teórico habilita a afirmar que existen algunos signos que, para aquellas “mentes” (aludiendo a Pierce) adictas a la lectura entrelíneas de la conducta de los dirigentes políticos, confirman que varios empezaron a desandar la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2023.
Para el grueso de la sociedad, algunos signos pasan desapercibidos. Y esto no es porque no tengan capacidad de captarlos, sino porque no son relevantes para sus vidas. En medio de la pandemia y con la preocupación de “sobrevivir” —en el sentido más básico de no contagiarse de COVID-19, pero también en el de surfear sobre los vaivenes económicos de un país arrasado por Mauricio Macri—, las personas no tienen tiempo ni ganas de interpretar los signos de su clase política. Y menos si estos son solapados.
Lanzarse sin mostrarse y mostrarse sin lanzase
Cuando hablamos de signos a través de los que vislumbran intenciones no hacemos referencia a lo que creemos que quieren algunos dirigentes, sino a cómo podemos interpretar sus conductas. En primer lugar, partimos de una premisa: nadie en política hace nada desinteresadamente y sin calcular fría y racionalmente sus consecuencias. O, esto corre por nuestra cuenta, sin pensar en términos de costos y beneficios. En segundo lugar, es necesario achicar el universo y salir del plano “teórico” y ponerle nombre y apellido a la categoría abstracta de “dirigentes políticos” que hablamos al comienzo.
Hecho esto, para que nuestra hipótesis tenga razón de ser, debemos también precisar cuáles son esos signos o, en términos de Peirce, “representamen”, que interpretamos como un virtual lanzamiento presidencial.
Ese esquema de pensamiento, la triada que planteó Pierce como forma de explicar cómo se produce el conocimiento (un Signo que en relación con un Objeto determina un Interpretante), será utilizada para justificar nuestro punto de partida. No buscaremos realizar un trabajo ontológico, sino apenas dar cuenta de que en términos políticos el 2023 ya empezó a transitarse.
Acciones (signos) puntales que en el actual contexto (objeto) nos permiten una hipótesis (un interpretante, no como una interpretación de un individuo singular, sino como la cognición de una mente) de tintes electoralistas.
Si pone uno, todos ponen
Sabemos que existen más, muchos más. Pero precisaremos el colectivo “dirigentes políticos con aspiraciones” al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; los gobernadores de la región cuyana por Partido Justicialista Sergio Uñac (San Juan) y Alberto Rodríguez Saá (San Luis); y el diputado nacional y presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, el mendocino Alfredo Cornejo.
Podríamos incluir otros, como el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, la ex presidenta Cristina Fernández o el propio Alberto Fernández, pero son casos en los que sus candidaturas se caen de maduro y no deben trabajar por demostrar que “pueden ser”. En cambio, los tres primeros hoy son parte del oficialismo nacional y a su modo dieron muestras de sus aspiraciones.
Massa anunció obras (la más reciente fue en Cañuelas, donde, junto a ministros nacionales, encabezó la presentación de dos viaductos, uno en la Ruta Nacional 205 y otro en la Ruta Nacional 3). No es la primera vez que Massa anuncia obras o las inaugura. En tiempo de campaña electoral, sería algo operativo, dado que en ese momento se debe potenciar la imagen de todos. En cambio, en estos tiempos, que una de las obras más importantes proyectadas por el Gobierno nacional para la provincia sea presentada por el presidente de la Cámara de Diputados —y no por el Presidente o el Gobernador— es, si no extraño, por lo menos poco habitual.
El caso de Uñac es tan ilustrativo como el del jefe del Frente Renovador. El sanjuanino decidió pautar en distintos canales de noticias y programas de actualidad y política de algunos canales de TV abierta. Uno de los favorecidos con el apoyo de la provincia puntana al “periodismo” fue América TV, a través de pauta para Intratables y Animales Sueltos.
Uñac es un claro exponente de aquellos gobernadores que ya empezaron a mostrar esas “ganas de ser presidenciables”. Así como en matemáticas dos más dos siempre da cuatro, en el negocio de los medios el que aporta es inmune a las criticas e inmediatamente es digno de sentarse a la mesa de los que discuten una candidatura. No es la primera vez que escuchamos a un periodista de la nada decir: “No descartemos a fulano, eh, que está haciendo muy bien las cosas en su provincia. Es para destacar su trabajo”. El sanjuanino ya capta esos elogios de muchos de los “comunicadores top”.
El caso de Rodríguez Saá es quizá uno de los más directos. Es que, si bien no anunció que quiere ser candidato en las próximas presidenciales, empezó una campaña para revitalizar la vida interna del Partido Justicialista. Con la propuesta “Fuerza Argentina” lanzó una lista para pelear la presidencia del PJ en unas eventuales internas. Hoy les habla a los militantes del peronismo, aunque, su metadiscurso está implícito en el propio nombre del espacio. La lista para disputar la conducción del PJ es “Azul y Blanca 17 de octubre”, pero el slogan trasciende lo partidario y va dirigido al resto de los argentinos.
El “Fuerza Argentina” es un signo de las intenciones del actual gobernador puntano: conquistar el partido le permitiría cerrar detrás a los militantes, pero también lo elevaría por sobre otros gobernadores. Intuye, además, que hoy no es una opción potable pero que en un escenario de fractura dentro del caleidoscópico Frente de Todos podría ser una figura a la que acepten muchos sectores que hoy forman parte de la coalición de gobierno.
En la vereda de enfrente, también existen ambiciones y conductas en ese sentido. Entre los ex miembros de la Alianza Cambiemos, el desafío es reconvertirse, representar a los votantes de Cambiemos, pero sin el peso de las políticas que llevaron al fracaso al espacio en las pasadas elecciones. Un fiel exponente de esta difícil pero no imposible empresa es el ex gobernador de Mendoza y jefe de la UCR a nivel nacional. Cornejo está convencido de la analogía entre Mauricio Macri y el carbón, sabe que tanto uno como otro pueden hacerle solo dos cosas: ensuciarlo o quemarlo.
Por eso, y en pro de su deseo de ser “El” candidato a presidente de la oposición en 2023, comenzó una campaña de despegue. Siempre que puede critica al anterior gobierno y sus políticas, como si el partido que preside no hubiera sido el guardián de sus votos en las elecciones de 2015 (aportando el aparato de la UCR para fiscalizar a lo largo y ancho el país, en pueblos donde el macrismo nunca piso antes ni después siendo gobierno).
Los cuestionamientos en retrospectiva del pope de los “boina blanca” no son casuales. Ni siquiera parecen parte de un mea culpa como consecuencia de reflexionar lo que fue el país entre los diciembres de 2015 y 2019. Su intento, planteamos, es posicionarse como una opción opuesta al actual oficialismo que recoja los votos que conserva el macrismo y re-enamore los perdidos en las PASO de 2019 y luego en las generales del mismo año.
Para finalizar, como toda interpretación de hechos de la realidad, ésta también está totalmente condicionada por la deformación profesional (periodística) e ideológica de quien escribe está líneas. Pero, aunque sesgada y caprichosa, no deja de ser un pronóstico de lo que pueden ser los próximos años. Si en 2023 se encuentra en el cuarto oscuro con uno o varios de los nombres citado, no diga que no se le avisó.
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