A las 10 de la mañana de este miércoles, en la iglesia Catedral de La Serena, se inició la misa fúnebre por el eterno descanso del analista político y académico, Luis Moncayo Martínez.
Al lugar llegaron todos sus familiares, amigos y decenas de personas que lo conocieron, repletando cada espacio del principal templo católico de la capital regional. Durante la homilía, encabezada por el arzobispo de La Serena, monseñor René Rebolledo, éste destacó el comportamiento que Moncayo tuvo en vida, y cómo su familia vivió la enfermedad que padecía, “haciéndolo con amor y una dedicación increíble”, expresó.
En esa línea, monseñor Rebolledo dijo que Luis Moncayo fue un hombre que amó a Dios, “que supo encarar infinidad de desafíos y, sin embargo, todo ello con el trasfondo de la fe, que sin duda él mismo habrá recibido como un don de Dios, como un gran tesoro de sus propios padres y que ha procurado en todo momento vivir con su señora esposa, con sus hijos y con toda su familia. ¿Cómo no vamos a estar agradecidos de él, por este bello testimonio y por este lindo testamento que nos deja?”, resaltó el arzobispo.
EL LEGADO DE MONCAYO
Durante la misa de réquiem, que estuvo llena de emotivos momentos, aquellos que intervinieron con sus palabras para despedirlo – entre ellos, miembros de su familia, los exintendentes regionales Felipe del Río y Ricardo Cifuentes, como también representantes del mundo académico, como Marcelo Olivares de la UCN – dieron fe del comportamiento ejemplar de Luis Moncayo y del legado que deja.
En este marco, especialmente emotivo, destacaron las palabras de despedida que hizo cada uno de sus pequeños nietos, quienes recordaron los bellos momentos que vivieron junto a su abuelo y el ejemplo que les daba cada día.
Asimismo, fue su hijo, Ignacio Moncayo, quien lo retrató de manera integral, resumiendo su vida con sentimiento, pero también con un repaso histórico de los momentos más difíciles que vivió nuestro país y cómo los supo enfrentar su padre.
En ese sentido, partió valorando el legado familiar que, pese a la inexorable llegada de la muerte, persiste en vida gracias al amor. “Esa familia que él formó con mi madre María Eugenia y con mis hermanos, Francisco y Felipe, por supuesto con sus tan queridos nietos y nietas que fueron su mayor alegría. Gracias por no soltarnos este último año, por su oraciones, buenas vibras y deseos de fuerza durante la dura enfermedad que enfrentó mi padre. Fuiste querendón, infinitamente generoso y siempre dispuesto a apoyarnos. Nos enseñaste con tu ejemplo y templanza, mostrando cada día lo que significa ser un gran esposo, un verdadero amigo y sobre todo un hombre bueno, con tus afectos profundos, que se extendían desde la izquierda hasta la derecha, desde la cordillera hasta el mar. Construiste puentes donde muchos solo veían abismo. Hoy damos gracias por habernos cruzado contigo en el camino, gracias también a cada uno de ustedes que eligieron estar con él, en algún momento de sus vidas y eligieron también estar acá. Celebramos el inmenso don que tenía mi padre de ver las virtudes en cada persona que conocía, de reconocer en el otro un legítimo ‘otro’, como decía Maturana. La emoción que funda lo oficial como la emoción que constituye en el dominio de acciones en el que el otro es aceptado como un legítimo, es el amor. Amor y empatía, humanismo en su significado más profundo”, reseñó su hijo.
TIEMPOS DIFÍCILES
Más adelante, recordó que “en tiempos difíciles, como durante la dictadura en que tanto sufrió, cuando muchos le quitaron el saludo, le cerraron puertas y le hicieron la vida más difícil. Pero él permaneció firme, a pesar de que lo que él enfrentó no es nada comparado con lo que vivieron muchos de sus cercanos, a quienes defendió y apoyó, sobre todo, cuando muchos regresaban a su patria.
Con aquellos que le complicaron la vida en ese entonces él se encontraba después en la reunión de apoderados, en la misa dominical, en la consulta al médico o comprando empanadas el día domingo. Mi papá nos enseñó que en la convivencia, en esa antigua vida de provincia tan característica de esta linda ciudad de La Serena, se encuentra la verdadera humanidad.
Debo reconocer que muchas veces no entendí esas caras de la vida, en la que a pesar de cruzarte con quien no compartían tus ideas o derechamente lo ‘cancelaban’, él siempre fue capaz de ver al ser humano que había detrás de cada uno, con sus luces y con sus sombras. Un recurso de supervivencia al principio, pero con el tiempo una muestra de profundo amor por el prójimo, algo que ni clases de religión o moral pueden enseñar”, subrayó, al recordar parte de la vida de Luis Moncayo.
COMO PARTE DE LA POLÍTICA
A renglón seguido, Ignacio precisó que también participó activamente en política. “A cara descubierta exigió elecciones libres e informadas. Aún recuerdo el hermoso afiche del comité de Elecciones Libres que él lideraba en la región pintado por Nemesio Antunes y que mi padre repartía por donde podía. El rol, además, en que nos pedía para ayudarlo como verdaderos ‘chasqui’ en algún momento, mensajero de los puntos paralelos en el plebiscito y en elecciones de entonces.
Participó en la naciente Concertación por la Democracia y con humildad y coraje lideró el proceso de transición a la democracia desde su rol articulador en la región. Más tarde, luchó con uñas y dientes por su región y por su ciudad, ambas elegidas por él, abogando por su derecho a elegir su propio destino y su apuesta al desarrollo. Lo hizo como miembro de la Comisión Presidencial para la Descentralización impulsado por la Presidenta Bachelet. Hoy en la actual crisis de confianza, él fue un verdadero constructor de puentes y confianzas. Por eso te vamos a extrañar mucho”, dijo.
Finalmente, y a manera de último homenaje a su padre, Ignacio Moncayo hizo una invitación “a regalar confianza, a sentir amor por el otro, a que con libertad elijamos seguir siendo personas de bien, que dejemos huella y construyamos comunidad, esa de colores que quiso construir nuestro querido Luchito. Nos quedamos con el testimonio que tanto nos llena de orgullo y nos desafía a proyectarnos”.
